Frase

"No te empeñes en curar tu enfermedad; tu enfermedad viene a curarte" Carl Jung

Manos de carne, manos de hierro. Ponencia del Día de la Mujer. Guinardó, 1.989

          PONENCIA DEL DÍA DE LA MUJER; 8/3/89, GUINARDÓ

“MANOS DE CARNE, MANOS DE HIERRO”
MARIA Fuentes Caballero
- TITANIA-
Dones per la Salut. Barcelona. 1986

Durante siglos, la maternidad y sobre todo el parto, ha ido ligado al estigma bíblico de “parirás a tus hijos con dolor”.

Hasta bien avanzado el siglo XIX, el dolor y el sufrimiento pasivo de la mujer en el parto era considerado no sólo normal, sino necesario. En 1591, una partera inglesa fue quemada en la hoguera por haber intentado aliviar el dolor a las contracciones.

Aunque el parto con anestesia “sin dolor”, actualmente en alza, esté eliminando una parte del dolor del parto, el sufrimiento inútil, y una violencia a veces sutil y a veces muy clara, sigue acompañando en proceso de la maternidad.

La historia de la obstetricia puede dividirse en dos épocas fundamentales:

- Una, en las que las mujeres eran las que asistían el parto y acompañaban a la mujer en el embarazo, e incluso en el posparto.

- Otra, en la que comenzaron a introducirse los hombres cono obstetras, que intervenían fundamentalmente en los partos en los que aparecían problemas, o en el momento final del parto, únicamente.

Repasando la literatura concerniente al parto, se observa que a lo largo de la historia, la gran mayoría de los partos eran y son normales y que por lo tanto, el trabajo principal del/ la asistente es acompañar a la madre a lo largo de todo el proceso y hasta el posparto inmediato y primeras atenciones al recién nacido.

Hasta el siglo XVIII, el parto fue principalmente competencia de mujeres. Ya en Egipto y Grecia antigua, eran las parteras las que se ocupaban de todos los partos normales, y solo en ocasiones contadas se recurrían a los médicos.

Antes de aparecer los fórceps o la cesárea – practicada por primera vez en 1800 por un castrados de cerdos-, las intervenciones del médico habían estado ligadas a lo que se llamaba “obstetricia destructiva”, destruir el bebé dentro del útero y sacarlo a trozos, cuando no era viable un parto normal. Esto ha dejado impreso en la conciencia de la mujer un miedo no siempre consciente que, junto con el alto riesgo de muerte materna que durante siglos se mantuvo, la llevan a asociar con terror el parto, el sufrimiento, la violencia y la muerte.

En la Edad Media, se consideraba la partería como una profesión sucia y degradante, y se les prohibía a los hombres estar presentes en un parto.

En el siglo XVII, coincidiendo con la aparición y predominancia del médico como figura profesional, comienzan a intervenir los hombres-médico en el parto. Y paralelamente comienza la persecución de las curanderas y la caza de brujas. El 85% de las ejecutadas por brujería eran mujeres, incluidas parteras.

La idea de que la partera daba medios a las mujeres para controlar su sexualidad y la de los hombres, dio lugar, en una sociedad puritana, a considerar como un peligro todo aquello que tuviera relación con el parto, sexualidad y parteras, si no estaba en manos masculinas.

Curiosamente, sin embargo, los médicos eran formados en base a solamente conocimientos filosóficos y teológicos y con prácticas más bien supersticiosas, sin acceso alguno al conocimiento directo del cuerpo, incluso después de la muerte, pues les estaba vedado. Mientras que las parteras tenían un auténtico conocimiento de su propio cuerpo y el de las mujeres, así como su propia experiencia.

Citado de Finney sobre la aparición del médico obstetra en la corte francesa:
“Los pocos médicos conocidos por su talento en este arte, fueron asediados por la realeza y los ricos; asombrados del repentino cambio de su suerte, éstos se dedicaron exhaustivamente a la práctica de la obstetricia”.

A finales del siglo XVI aparecen los fórceps, ligados a:
- la explotación comercial.
- La profesión médica.
- La marginación de la mujer partera.

Cita textual del descubridor de los fórceps:
“Mi padre, mis hermanos y yo, gracias a Dios y a nuestro ingenio, descubrimos y practicamos largamente un modo de ayudar a parir a las mujeres sin perjuicio para ellas o las criaturas, mientras que los demás, con sus ganchos, ponen en peligro o dejan morir a una o a otro....”

Más tarde, las parteras se opusieron en la convicción de que los fórceps y otros instrumentos quirúrgicos se utilizaban, sobre todo para acelerar el tiempo de partos que eran normales en si mismos, sólo por conveniencia y con propósitos experimentales, contraponiéndoles a las ventajas de la paciencia, experiencia y capacidad natural de las parteras, las manos como instrumento adecuado y guiadas por el conocimiento de la anatomía femenina.

Empezaba a justificarse la intervención médica masculina bajo la idea de la incapacidad femenina de parir.


Las parteras sostienen que, cita de Nihel, “la partera respeta que la naturaleza siga si ritmo, y ayuda a aliviar el dolor con sus manos y otras afectuosas atenciones que la naturaleza le inspira y la experiencia le ha permitido aprender”.

Después de utilizar los fórceps se dieron cuenta de que no eran, en la mayoría de los casos, más que instrumentos peligrosos e inútiles. Mientras que con sus propias manos se sentían seguras de llevar a cabo sus operaciones con más eficacia y menos sufrimiento para la mujer.

Del siglo XVII al XIX se desarrolló una de las peores plagas mortales para la humanidad y la mujer en particular: La Fiebre Puerperal. Debida a:

1.- que se desconocía la asepsia y la higiene, y a que los médicos trataban con enfermos, hacían autopsias y asistían partos indiscriminadamente: el contagio era fácil.

2.- se comienza la hospitalización de las mujeres para parir.

En Lombardía, en un año no sobrevivió ninguna mujer al parto. En París, en 1866, en Febrero murieron una cuarta parte de las parturientas.

Las mujeres sabían que era más arriesgado parir en el hospital que en casa, pero a las pobres las obligaban a ir al hospital. Dos médicos intentaron llamar la atención sobre la causa directa de la epidemia: suciedad de los médicos. Observando que donde existían parteras, la mortalidad era francamente menor que donde existían médicos.

Los dos fueron descalificados y perseguidos por sus colegas y condenados al oscurantismo, hasta que casi 50 años más tarde, comenzó a reconocerse el valor de sus observaciones.

Actualmente, cuando una mujer dice “estoy embarazada”, como novedad o noticia, recibe una pregunta como respuesta: ¿has ido al médico?

¿En que consiste esta visita al médico?

Después de algunas preguntas, con apenas tiempo para pensarlas por parte de la mujer, y con poca o ninguna relación con el aspecto emocional y de vivencia que tiene la embarazada, la mujer es sometida, sin que le den ningún tipo de explicación a:

- Control ecográfico.

- Control fetal; estos dos controles se realizan sin que la mujer reciba ningún tipo de explicación del “para qué” estas pruebas. Tampoco se le informa de los posibles riesgos ni se le permite ningún tipo de elección.

- Control de peso.

- Comprobación de la presión arterial.

- Y se le recomiendan algunas vitaminas y hierro.

(15 minutos).


VEAMOS UNO POR UNO:

Si alguna mujer se niega, es amonestada en tono amenazante:

- Si no se la hace, ¡aquí no venga más!

- Si no se la hace, ¡yo no me hago responsable de lo que pueda ocurrir!

Con el consiguiente sentimiento de inseguridad que se le crea a la mujer.
Si el peso no corresponde exactamente con las “tablas standard” – no importa el peso de la mujer al inicio del embarazo, ni el mes en el que esté, ni el tipo constitucional-, no se limitan a advertirle objetivamente de los peligros e informarle de lo que ha de hacer para mejorar, sino que con tono de padre que recrimina a la niña que se ha portado mal, el médico la riñe por no portarse bien y la amenaza con las consecuencias:

- “Menos mal que no te lo atiendo yo, que si no ¡te ibas a enterar!

- “Eres una irresponsable”.

En un caso real en que la “paciente” no fue tan paciente como ellos están acostumbrados y se permitió preguntar:

- Oiga, ¿no se está pasando?

La enfermera indignadísima contestó:

- ¡Cómo se atreve a decir eso! ¡Él es el médico!

Como hemos ya dicho, durante la visita al médico, se le recetará a la mujer un complejo de vitaminas y minerales. Este acto encierra una creencia del profesional y dos mensajes hacia la mujer. La creencia es:

- “Ella no sabe, ella no puede”.

Los mensajes son:

- “Tus códigos genéticos no funcionan, tu cuerpo no sabe. Tú no puedes sintetizar lo que tu hijo necesita. Tu cuerpo lo hace mal”.

- Aunque mejores tu dieta, toma igualmente las píldoras porque yo no se si tú lo vas a hacer correctamente. Tu mente lo hace mal”.


Ya más adelante, mujeres que piden no ser anestesiadas:

- “Bueno, se hará lo que se pueda, pero por si acaso pase por el servicio de anestesia para hacerse las pruebas”.

Mujeres con cesárea previa que insisten en intentarlo por vía vaginal:

- “Si, si, no se preocupe”. “Si la semana que viene el día.... no ha tenido signos de parto, venga con todo preparado a la clínica, por si hay que intervenir”.

Estas mujeres no se sienten escuchadas ni reforzadas.

Ya en el día del parto y en el hospital, te quitan tu ropa (estás en un lugar desconocido, en “casa ajena”), la despersonalización es necesaria.

Sin explicarte para qué, te ponen una lavativa, te sondan. Invaden tu intimidad sin pedir permiso. Estás en “su casa” y allí, acatas órdenes sin preguntar.

Te rasuran o afeitan el pubis, “el bigote” como lo llaman para ridiculizarlo y transmitirte un mensaje sutil: “Esto es sucio”. Te pinchan y te ponen un suero y a veces medicación, sin darte explicación.

En algunos lugares te ponen boca arriba, inmovilizada, con el monitor. (Todo esto ha sucedido en 15 minutos).

En algunos sitios, los menos, dejan que te acompañe tu marido, pero si eres madre soltera, NADIE.

Ya en la fase de dilatación y contracciones, si la mujer chilla o está molesta o se altera, le dicen:

- “Pórtate bien”.

- “Cuando lo estabas haciendo, no te quejabas”.

- “Pues si ahora ya te quejas, ¡verás más adelante! Esto es sólo el principio”.

- “Si, si, mucho: no quiero anestesia, pero en cuanto aprieta el dolor, todas os rajáis”.

- “Mucha preparación e historias, pero a la hora de la verdad, es el médico quien os tiene que anestesiar y aguantar”.

Cuando la mujer no ha pedido la anestesia: (en lugares donde la cobran)

- “¿Seguro que no la quieres?”

- “Mira que después será peor”.

- “Es sólo un pinchacito”.

Ha llegado a ocurrir que la mujer ha parido muy rápido y le han puesto la anestesia para el alumbramiento de la placenta porque eso “le iba a doler más”.

El parto tiene lugar en posición horizontal, posición incómoda, humillante y peligrosa para el bebé y la madre.

En primerizas, se les hace episiotomías a todas, en secundíparas las tasas son muy elevadas.

Empuja. Ritmo.

(Fórceps).

(Cesáreas).

Según la OMS, la tasa de intervencionismos máximos admisibles, es del 8-10%. Las cifras reales en Barcelona son: en la privada, del 20-25%; en la pública la tasa representa el 15%.

No dejan coger al niño/ a.

No dejarse ver ni tocarse con el compañero.

No tener contigo al bebé todo el tiempo.

A partir de aquí comienza las aversiones también al bebé, comenzando por la salida rápida, que además también es peligrosa para la mujer y el bebé.

Corte del cordón umbilical inmediato.

Separación de la madre – soledad-.

Luz, ruidos.

Aspiraciones.

Lavado – ducha.

Pinchazos –vitamina K-.

El inicio de la vida es, para el bebé, acompañado de sufrimiento, soledad, violencia, desamparo, desesperación y angustia.

ALTERNATIVAS:
- Educación o ayudar a “recordar” a la mujer su capacidad biológica de dar vida.

- Información sobre salud, dietética, hábitos, embarazo, sexualidad, maternidad.

- Recuperación, sensibilización y flexibilización del cuerpo.

- Trabajar los miedos.

- Refuerzo psicológico.

- Apoyo social, a nivel laboral, familiar, del compañero, legal.

- No aplicar técnicas que no se han investigado lo bastante a fondo, indiscriminadamente y sin motivos justificados.

- Informar de los riesgos de cada situación y permitir que la mujer tome la decisión personalmente.

- Ofrecer todas las posibilidades de parir dónde, cómo y con quién la mujer quiera GRATUITAMENTE.

Alternativas al método hospitalario:

- No rasurar.

- No sondar.

- No lavativa.

- No monitor, sistemáticamente.

- No imposición de la postura.

- Presencia del acompañante elegido.

- Relación libre con el bebé.

- Elección de cómo parir.

- Trato no violento al bebé.

- Colaboración entre agentes de salud y personal hospitalario.

- Reforzar grupos de apoyo de mujeres para el embarazo, el posparto y la lactancia.

- Educación para la experiencia de maternidad / paternidad consciente, desde la infancia.

- Apoyo económico, social y laboral a la mujer en los primeros años de la vida del niño/ a.